Entrevista Sin título-1

Publicado el 25 mayo, 2015 | por editor

El desafío de la intensificación sustentable de la pequeña agricultura

Todos querían una foto con Sanjaya Rajaram. Nadie quería perderse su charla. Todos querían cruzar algunas palabras con él. Era una especie de rockstar moviéndose entre el hall y el centro de conferencias de un hotel en Las Condes.
Yo mismo me lo encontré en el ascensor donde cruzamos algunas palabras. Era un hombre sencillo. Sin ínfulas. Sin aires de grandeza. Íbamos al mismo lugar. Él era el invitado de honor del Octavo Foro Internacional América Latina alimentos para el mundo, un evento organizado por CropLife Latin America en Santiago y al cual Campo Sureño fue invitado.
Rajaram fue anunciado como el hombre que multiplicó el trigo. En efecto, a lo largo de su carrera desarrolló 480 variedades de trigo de alto rendimiento resistentes a enfermedades y la las malas condiciones climáticas sobre 58 millones de hectáreas en 51 países distintos.
Esto le valió ganar en 2014 el Premio Mundial de Alimentación, algo así como el “Nobel de la Agricultura”, gracias al trabajo que permitió que la producción global de este cereal se incrementara en más de 200 millones de toneladas en las últimas décadas. Y aumentando la calidad, cantidad y disponibilidad de alimentos en el planeta.
El destacado investigador nació en India. Cursó un doctorado en Australia y aterrizó en México para trabajar en el Centro Internacional del Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT), donde conoció al científico agrícola norteamericano Norman E. Borlaug. Con él llevó a cabo el desarrollo de nuevas variedades de trigo, lo que sirvió para acercar la Revolución Verde -incremento de la producción agrícola- al sur de Asia.
Hoy, ya retirado de la investigación oficial, sigue desarrollando su trabajo de mejoramiento genético en cultivos propios en México. Ya entregó la posta. Y se dedica a entregar, alrededor del mundo, sus puntos de vista sobre la alimentación y el futuro de los cultivos. Algo que conoce a la perfección.
“La agricultura es la actividad más extensa en el mundo”, dice Rajaram, al mismo tiempo que constata otros hechos: el 55% de los los cultivos a nivel global se utiliza para nutrir a las personas; una cuarta parte de la humanidad come insectos regularmente; el arroz es el alimento más importante del mundo; y una de ocho personas se va a dormir con hambre todas las noches.

demanda del 2050
A juicio de Rajaram, el mundo tiene un gran desafío de cara a las próximas décadas. Y éste pasa por cómo satisfacer la demanda alimenticia del año 2050. Un escenario que seguramente estará marcado por un cambio climático más pronunciado, un aumento de la población mundial y una menor disponibilidad de tierras cultivables.
Desde su perspectiva, hay al menos cinco elementos que se alzan como grandes desafíos para cumplir el objetivo de satisfacer esta nueva demanda.
Uno de los elementos clave es congelar las huellas de carbono de la agricultura, considerando que la agricultura figura entre los grandes causantes del calentamiento global, “al emitir más gases de efecto invernadero que todos nuestros coches y aviones combinados”.
Un segundo aspecto relevante, considera, es producir más en los campos que tenemos, lo que se logra aumentando el rendimiento en las tierras menos productivas, acortando de ese modo las brechas de rendimiento. A ello, se suma la necesidad de implementar sistemas de agricultura de precisión, dice el investigador.
En tercer lugar, Rajaram plantea la necesidad de usar los recursos en forma más eficiente. Algo que se puede lograr con formas innovadoras para aplicar mejor los químicos y fertilizantes; usando mezclas adaptadas de fertilizantes ajustadas a las condiciones precisas del suelo; propiciando la agricultura de conservación, como la orgánica, que puede reducir el uso de agua y químicos; y recolectando el agua de lluvia en el campo para usar en riego.
Pero no es todo. El investigador de origen indio cree que es vital cambiar las dietas. “Hoy sólo el 55% de las calorías de los cultivos del mundo alimentan directamente a la población. El resto va al ganado o se convierte en biodiesel y productos industriales”, advierte.
Y lo anterior tiene mayor sentido con su quinta recomendación: reducir el desperdicio de alimentos. “El 25% de las calorías de los alimentos en el mundo y hasta el 50% del peso total de los alimentos se pierde y desperdicia antes de que puedan ser consumidos”, plantea.

PEQUEÑA AGRICULTURA
Desde la perspectiva de Rajaram, uno de los temas que mayor relevancia juega en el agro actual es la intensificación sustentable de la pequeña agricultura. “Las granjas familiares son parte de la solución para la seguridad alimentaria y la sustentabilidad ambiental. Son sumamente complejas y diversas por lo que los sistemas de innovación deben tomar en cuenta esta diversidad”, remarca.
Para ello, cree que es importante desarrollar la agricultura de conservación usando cero labranza o mínima, residuos orgánicos, los cultivos de protección y la rotación de cultivos junto con producción integrada de animales y árboles.
“Las inversiones públicas en desarrollo e investigación agrícola y en servicios de extensión y asesoría deberían incrementarse y reorientarse para hacer énfasis en la intensificación sustentable y en cerrar las brechas productivas y de rendimiento”, sostiene.
De ese modo, plantea que los pequeños productores necesitan un ambiente estimulante para innovar, incluyendo buena gobernabilidad, condiciones macroeconómicas estables, transparencia legal y regímenes regulatorios favorables, junto a derechos de propiedad y origen e infraestructura de mercado.
A ello se agregan otros elementos necesarios: suelos sanos, administración eficiente del agua, así como el manejo integrado de plagas. Pero suma un elemento que considera fundamental: “el uso de cultivos y variedades mejoradas incluyendo híbridos y cultivos genéticamente modificados”, dice.
En efecto, este tipo de cultivos juega un papel fundamental a su modo de ver, considerando que hoy hay unas 160 millones de hectáreas con organismos genéticamente modificados, con productores en 29 países y con “beneficios ambientales y socioeconómicos sostenibles y de im portancia. De hecho, de los 29 países donde se aceptó su cultivos, 19 son países en vías de desarrollo”.
Sin embargo, cree que es imprescindible el apoyo. “El agricultor pequeño no va a tener acceso a plantas modificadas transgénicamente sin apoyo para comprarlas. El campesino de 2 ó 5 hectáreas no tiene acceso a esta semilla porque es muy cara. No podemos lograr muchos impactos en la agricultura si los más pequeños no pueden acceder a la biotecnología”, plantea Sanjaya Rajaram.


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