Reportajes volcan

Publicado el 20 julio, 2015 | por editor

“Los daños suelen ser cuantiosos para los ecosistemas agropecuarios”

La información sobre los efectos que las erupciones volcánicas pueden generar en la ganadería es casi inexistente, así lo plantea el médico veterinario y licenciado en Ciencias Pecuarias de la Universidad Austral de Chile, Oscar Araya Valenzuela, en su reciente libro “Erupciones volcánicas, efectos sobre la ganadería”.
En el texto de 137 páginas – de Ediciones UACh- el académico aborda desde las características de un volcán, los principales factores que determinan su naturaleza, hasta la clasificación según su forma. Además, realiza un registro de los volcanes chilenos y de las principales erupciones originadas en el país entre los años 1600 y 2015.Dr. Arayaf
En el libro, el médico veterinario explica que en Chile los volcanes activos se encuentran en cuatro regiones volcánicas: central, transicional, sur y austral. Esas regiones –expone- “forman parte del cinturón volcánico de los Andes. Sin embargo, algunos volcanes de Chile continental no están ubicados en estas agrupaciones, puesto que estos volcanes, llamados de trasarco o retroarco, se ubican fuera de un arco volcánico”.
Si bien los daños generados a raíz de algunas erupciones volcánicas no son significativos en relación a vidas humanas, el académico plantea que “los principales daños observados han correspondido a los generados por deshielos acelerados, especialmente cuando la erupción se ha producido en lugares con existencia de glaciares o en una época del año con presencia de nieve en la cumbre. En tales casos, se pueden producir avalanchas o lahares, con fatales consecuencias para las poblaciones aledañas”.
En tanto –agrega- “en muchas erupciones volcánicas los daños suelen ser cuantiosos para los ecosistemas agropecuarios, afectando de esta manera en algunos casos severamente la agricultura y la ganadería”.

AFECTACIONES
El profesor Oscar Araya explicó que los efectos de la caída de ceniza sobre los animales, pueden ser de dos tipos: físico-mecánico o tóxico-químico.
Respecto al primero detalló que son producidos por la ceniza, la cual puede cubrir totalmente la vegetación y contaminar las fuentes de agua, lo que deriva en que los animales se vean obligados a ingerir pasto y agua con alto contenido de cenizas.
Lo anterior puede afectar el aparato digestivo. “Se producen cuadros de diarrea leves a graves, presentándose cólicos e incluso muerte en caballos por acumulación de gran cantidad de ésta en el intestino grueso”, explicó.
Además, las finas partículas emitidas pueden ser aspiradas profundamente en las vías respiratorias. Si el animal se expone por un periodo prolongado a éstas, se genera irritación de estas vías, asociada a tos, secreción nasal y respiración dificultosa, síntomas cuya intensidad dependerá de la concentración de ceniza en el aire, de la presencia de sílice y gases, de la proporción de partículas finas, duración de la exposición y de las condiciones meteorológicas existentes en la zona.
“En aquellas situaciones en que se mantiene por varios meses la presencia de altas concentraciones de ceniza en el ambiente, se podrían presentar mayores complicaciones de estos cuadros respiratorios, tales como la aparición de neumonías, sobre todo en animales jóvenes en época invernal”, advierte.
Otro efecto se genera producto de la acumulación de ceniza sobre la piel y lana. “El vellón alcanza un peso considerable, más aún si éste se humedece por efecto de la lluvia, pudiendo los animales caer y morir por falta de comida o agua”, precisó.
Según el docente de la Uach, los efectos pueden ser diversos, dependiendo de la especie. En el caso de los bovinos y equinos dijo que “el depósito de ceniza aglutina el pelaje y resquebraja la piel, lo cual puede ser atribuido a un efecto físico de ésta, particularmente cuando contiene gran cantidad de sílice”.
También, dependen de las características de las erupciones. En algunas –sostuvo- se puede observar irritación ocular, a raíz del impacto de las partículas de ceniza sobre los ojos. Explicó que esto puede afectar de tal forma la córnea, que podría provocar conjuntivitis e incluso la ceguera total del animal. “Esto ha sido particularmente importante en ovinos expuestos a las cenizas volcánicas en la región patagónica argentina, donde comúnmente se observan vientos de gran intensidad y existe una importante masa ganadera ovina”, detalla.
Un aspecto no tan visible, pero igualmente dañino son los efectos tóxico-químicos, plantea el académico, que se producen debido a la presencia de sustancias tóxicas. “No son inmediatas, pueden presentarse varias semanas e incluso meses después de iniciada la exposición de los animales a la ceniza”, precisó.
El flúor, cadmio, plomo, níquel, arsénico y mercurio son algunos de los elementos causantes de cuadros tóxicos para el ganado. Sin embargo –acotó- el flúor es el más peligroso, debido a que puede persistir por largo tiempo adherido a pequeñas partículas piroclásticas y así ser transportado a largas distancias.

REDUCIR EFECTOS
El dinamismo de los procesos eruptivos, a juicio del académico hace necesario estar alertas a los cambios que esta variabilidad pueda ir generando sobre los animales. Apunta a que ello es fundamental para disminuir los riesgos que pudieran afectar al ganado.
En el libro, el académico presenta 18 recomendaciones orientadas a disminuir esos riesgos. Entre ellas, tratar de determinar los sectores de riesgo desde el punto de vista de la precipitación de cenizas y considerar la influencia de la dinámica de los vientos; también, efectuar la evacuación del ganado de las zonas afectadas; estimar la disponibilidad de forraje libre de cenizas y en caso de encontrarse las pasturas con alta cantidad de éstas, en la imposibilidad de evacuar los animales, aportar forraje suplementario.
Además, propone efectuar un análisis de la ceniza y agua de bebida, con el fin de determinar la presencia y concentración de elementos tóxicos, como flúor y arsénico. Asimismo, realizar un examen clínico de los animales para determinar la presentación de afecciones respiratorias, digestivas y del aparato locomotor, y monitorear la presencia de daño dentario.


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