Entrevista Semillas Von Baer

Publicado el 2 abril, 2018 | por editor

“Me gusta ver las cosas aplicadas, la semilla no sólo es teoría”

Trigo, lupino, centeno, avena y quinoa. Es el orden por prioridad de las semillas que menciona el agrónomo de la Universidad de Concepción, Erik Von Baer von Lochow (77), cuando aborda, entre documentos y carpetas al interior de su oficina, la línea investigativa y productiva de las empresas Semillas Baer, Campex y Adelux, de las cuales es el socio mayoritario.

Es puntual. A las 9 de la mañana comienza la entrevista mientras su equipo de trabajo, al interior del fundo El Hualle, sector Cajón, Vilcún; piensa y materializa aquello que podría ser una nueva variedad de semilla. Sin olvidar – lo que recalca – el trabajo que se realiza con el agricultor de la zona y el servicio de la cosecha en sus predios. Si bien rescata el sustento de la teoría, valora la experiencia de la práctica y la tierra. “Me gusta ver las cosas aplicadas, la semilla no sólo es teoría”, afirma. Frase que permite entender que el padre de la senadora Ena von Baer no sólo es genetista de cultivos, sino ve la evolución del campesino antes y después de la década de los 90’, con sus más de 40 años de experiencia con la tierra.

Ley Monsanto y transgénicos en Chile son temas controversiales que también aborda quien por estos días prepara su próximo viaje de negocios a Europa.

– ¿Cómo explica el trabajo conjunto de Semillas Baer, Campex Baer y Adelux?

– En Chile es muy difícil innovar y crear cosas, tener patentes, desarrollar y, posteriormente, encontrar la demanda. Entonces, las tres empresas que tenemos funcionan en base a una necesidad. No sólo es crear una variedad sino que también hay que producirla y que los agricultores la conozcan, pero no basta solo eso… sino que después los agricultores tengan una demanda para ello. Nosotros introdujimos tiempo atrás el raps en Chile, donde produjimos las primeras semillas. Y claro, después había que ir con los agricultores para sembrar y luego tomar contacto con las industrias para que compren. Un círculo beneficioso. En este caso, las productoras de salmones para que en vez de usar aceite de pescado usaran el de raps. Esto conlleva que a pesar de ser grupos pequeños debamos ser interdisciplinarios y eso es lo que nos diferencia de otras instituciones que crean variedades y luego lo publican en revistas científicas y son valorados de acuerdo a la cantidad de publicaciones. Nosotros somos evaluados por los agricultores a cuales tenemos que crearles demanda.

– La semilla “La Regalona” es uno de los cruces de semillas más reconocidos por Semillas Baer. ¿Cómo se logra este proceso de genética de cultivos?

– Lo que hicimos fue recolectar en diferentes partes quinoa nativa chilena, ya que cuando se cultivaban no maduraban parejo, no estaban adaptadas para la tecnología agrícola moderna y para poder cultivarlos de manera automatizada. Entonces, recolecté ese material y busqué otra quinoa de un instituto, que es del grano más grande, un poco más baja y que no está adaptada a las condiciones climáticas chilenas… Allí se hizo una hibridación, es decir, una cruza entre el tipo de Ecuador con el de acá y, de esa cruza, se seleccionó material a lo largo de varios años, hasta que llegamos a una variedad que llamamos “La Regalona”, la que fue inscrita en registro de variedades protegidas.

– Sin embargo, en su momento se cuestiona…

– Se oficializó en el registro nacional de variedades protegidas hace como 16 años, donde fui muy atacado ya que me dijeron que me había robado la quinoa, eso es estúpido. Es como decir que me robé el trigo, el maqui o el copihue, no se puede robar la especie. Pero lo que sí puedo hacer es una nueva variedad y esa sí puedo protegerla a través de un registro igual que en Europa, a diferencia de Norteamérica donde se pueden patentar. Eso es lo que la gente no quiere entender, no tiene nada que ver con transgénicos ni adueñarse, sino que es un mejoramiento dentro de la misma especie. También participamos con proyectos con universidades regionales e institutos de otros países. Es un tratado que permite entender mucho más la especie.

– ¿Cuál es la semilla que están investigando actualmente?

– Nosotros trabajamos con diferentes especies. En primer lugar, está el trigo, después el lupino, el centeno, la avena y la quinoa. En relación a las investigaciones de la quinoa, se lo traspasé a mi hija Ingrid, de hecho, ella está en proceso de inscribir una variedad nueva. Ella se ha perfecionado bastante, ha dado asesoramiento, por ejemplo, sobre “La regalona” que actualmente se está sembrando en Huasco. En este caso, en Adelux procesamos la quinoa que se produce y esa se vende a diferentes instituciones, incluso se exporta ya que se está sembrando en Egipto, Turquia, España y en diferentes partes.

– En términos de cifras, ¿cuántas exportaciones tienen?

– No podemos decir, no es tan impresionante el volumen, sino que es otra cosa. Tenemos una variedad de lupino que está inscrita en Francia, otra en Alemania y Uruguay que posiblemente se está ensayando en Sudáfrica, entonces el volumen no es físicamente grande y en el fondo lo que se exporta es intelecto. Esa es la diferencia y a la vez nosotros también recibimos material. Nosotros representamos algunas variedades de trigo que son de Francia y que se utilizan para hacer fideos, donde nos pagan derechos y nosotros pagamos derechos; es combinado. Lo otro que hacemos es que como se necesitan 12 generaciones para crear una variedad, se puede acelerar enviándolo al hemisferio norte para tener una segunda cosecha. Este año viajo a Europa para seleccionar mi material allá y, a la vez, en este lado del planeta tenemos material de Canadá.

– ¿Qué otros países del mundo están a la par en las exportaciones de este tipo de intelecto en relación a las semillas?

– En estos momentos Chile, por su ubicación geográfica, es el tercer o cuarto país exportador de semillas. Estar aislados es una ventaja. Para nosotros no es solo importante esta parte de la investigación y el desarrollo, sino que gran parte es lo que hacemos en la empresa en Temuco, ahí sí que hay un cambio que va muy de la mano con lo que hace Sofo, con en el trabajo conjunto con los agricultores.

FAMILIA

– Su padre investiga en su momento sobre el Lupino. Es una tradición familiar. ¿Cuándo surge?

– Mi padre viene de una parte de Alemania donde estaba dedicado al tema de las semillas desde 1860. Es una tradición familiar antigua y después de la Segunda Guerra Mundial obtuvo un trabajo en Chile donde fue director de la estación experimental de la Sociedad Nacional de Agricultura durante seis años en Paine, zona central. Cuando terminó su contrato habían tres posibilidades; irse a Uruguay, volver a Alemania o aceptar cuando ocho agricultores del sur le dijeron que necesitaban semillas. Desde allí nos apoyaron y fueron los inicios de lo que somos hoy. Cuando me preguntan cuál es nuestro capital, les respondo que unos 300 agricultores hacen lo que les decimos y 3 mil ponen atención cuando lo decimos. Ese es el verdadero capital, lo otro es intelecto. Lo que necesitamos en mantener la confianza con los agricultores; nosotros sembramos confianza, uno no debe decepcionar a la gente.

– Tradición que hoy se convierte en vocación…

– No son solamente investigaciones, sino también cariño. Por el trabajo de la agricultura siempre he tenido una vocación y resulta que mi padre murió muy joven, a los 56 años, cuando estaba estudiando agronomía. Entonces, la sociedad de estos ocho agricultores que nos apoyaron, nos preguntaron que si la muerte de mi padre era el final, pero yo les dije que quería continuar. Fue muy difícil.

Seguimos con mi mujer en esto y gracias al apoyo hemos tenido solo éxitos, sin olvidar lo que hemos superado. Gracias al contacto con los agricultores, ese es un poco el secreto. Somos agricultores debido a nuestra especialización en semillas, es diferente si fuéramos investigadores puros, me gusta ver las cosas aplicadas, la semilla no sólo es teoría. Me gusta compartirlo, trabajamos mucho con comunidades mapuches con la quinoa desde 1970.

– ¿Qué opinión tiene de los campesinos mapuches?

– La mejor. Sobre todo de la mujer. Lamento mucho lo que está pasando ahora (se emociona).

EL CAMBIO

– Pasando a otro tema, antes de comenzar la entrevista señalaba la importancia del trabajo campesino y de su cambio en el último tiempo en La Araucanía. ¿A qué se refería?

– Sí. Normalmente se consideró que la agricultura era una forma de vida de sacrificio o para pasar unas buenas vacaciones. Pero ese concepto está cambiando, lo que tiene ventajas y desventajas. Con las generaciones nuevas el agricultor tradicional se transformó en un empresario, es un avance para la Región. Estudia agronomía, técnico agrícola y lleva contabilidad y declara impuestos. En Chile alrededor de 33 mil agricultores producen trigo, pero sólo 8 mil agricultores empresarios son los que producen el 80% del trigo. Se está diferenciando entre la agricultura de subsistencia y la comercial empresarial y es ahí donde hay un cambio muy fundamental, principalmente en La Araucanía.

– ¿Cuándo se nota este cambio?

– Diría que se ha acentuado cada vez más a partir de la década del 90’. Eso se puede apreciar en los días de campo que hacemos donde ya no es importante la celebración, sino los costos, las entradas y la rotación de cultivo. Es un giro muy fuerte. Y en el negocio de semillas, que es el inicio del negocio, viene a hacer una especialización, no cualquiera los produce. Antes estaban los sacos de 50 kilos y ahora están los de 500 kilos que significan que los agricultores deben tener toda una infraestructura para descargar y llevar a la siembra esos sacos. Es un gran logro. Un avance que debe seguir así.

– ¿Cual es la semilla que deja más ganancia a los agricultores y que más se vende?

– Eso cambia de un año a otro, pero podríamos decir que el trigo es el pan, el raps es el queso y el lupino es como la mantequilla. Entonces, hay temporadas donde se come solamente pan porque el raps no anduvo tan bien, pero las ganancias las repartimos en todas las áreas, ya que esto es así. El año pasado vendimos muy bien semillas de trigo, teníamos unas variedades nuevas que han dado muy buen éxito.

– ¿Cómo eligen los nombres?

– Antes yo les colocaba nombre, pero ahora tenemos un grupo de profesionales donde cada uno propone, ideal que sea recordable. La ultima variedad se llamará “Guapo”. Otras que han salido y que están dentro de las más sembradas, están las “Otto”, que incluso llegó hasta China y se llamaba así porque era una variedad para los colonos alemanes en el sur, a raíz del clásico chiste de Otto y Fritz. De hecho, también hay una variedad con ese nombre que aún se planta. El año pasado sacamos una que se llamaba “Ñeque”. Son nombres que la gente recuerda.

TRANSGÉNICOS

– ¿Qué opina sobre los transgénicos?

– Bueno, lo que pasa que en Chile no está permitido producir transgénicos, pero se importa mucha soya transgénica y acá se consume. Es un poco absurdo. Lo que sí está es permitido producir semillas de transgénicos y esas se tienen que reexportar, es lo que hemos hecho para tratar de estar a la altura de la demanda internacional. Por eso nos han atacado. En Chile hubo una cantidad enorme de maíz transgénico, que se producía y se procesaba acá – como 25 mil hectáreas – , lo que se informaba al SAG, manteniéndolo siempre aislado porque no se puede utilizar en Chile así que se exportaba. En ese sentido la agricultura chilena está en desventaja con la argentina. Pienso que con educación y control se podría llegar a un camino que permita los transgénicos.

– Sin embargo, las organizaciones verdes cuestionan aquello, siendo enfáticos en el rechazo de la Ley Monsanto, medida que según ellos abre también una puerta a la privatización de las semillas…

– Creo que en gran parte es ignorancia y la otra es un aprovechamiento político. EE.UU. y China son los países que más transgénicos usan, entonces, es como estar en contra de todo. El primer transgénico que se hizo fue la insulina artificial a partir de una bacteria y material orgánico de cerdo, medicamento que salva a los diabéticos y que es un 60% más barato. Con esto no estoy justificando los trangénicos, que quede claro.

– Usted trabajo para la empresa de transgénicos Monsanto. ¿En algún momento se cuestionó esa relación pensando en la crítica social que aquello genera?

– Sí, trabajamos efectivamente para Monsanto. Nosotros les dimos un servicio de invernadero natural con los controles del SAG que son muy estrictos y después ellos decidieron trabajar por su cuenta, lo que a largo plazo fue mejor ya que comenzamos a trabajar con los europeos, gente que no tiene problemas.

 

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