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Publicado el 23 marzo, 2015 | por editor

Industria agroalimentaria: los desafíos de los pequeños productores

La industria agroalimentaria emerge como una interesante oportunidad para la agricultura familiar campesina. Bien lo sabe la cooperativa mapuche Ankún de La Araucanía, la que está trabajando con apoyo de la Universidad católica de Temuco, en la producción, de manera orgánica, de hierbas endémicas y merkén (aliño preparado con ají seco ahumado).
Esta organización compuesta por mujeres y hombres del territorio de Nahuelbuta apuesta a preservar la elaboración artesanal de merkén, tal y como se producía en las antiguas familias mapuches, y para ello están postulando al Sello de Origen.
“El trabajo de la cooperativa se enmarca en poder dar valor agregado a los productos de la huerta ancestral, no sólo del ají para el merken, sino para todas las hierbas que se producen en la huerta. Antes hablábamos del maíz, la chuchoca, el locro y otros condimentos y eso se ha ido reemplazando con productos como el arroz y hemos dejado de lado estos cultivos que son tan sanos”, precisó Gina Leonelli, docente de la escuela de Agronomía, de la Universidad Católica de Temuco.
Leonelli aseguró que el desafío de la cooperativa es poder producir merken de la forma ancestral y obtener un sello de origen para poder “valorizar el verdadero merken el auténtico, el original, el que es producido en la zona con materias primas y el saber hacer local mapuche”.
En el camino para conseguir el sello de origen se han realizado varias actividades, el último fue un seminario internacional que se efectuó la semana pasada y en donde participó el experto internacional Philippe Martinon. Este pequeño productor francés trabaja en el pimiento de espelette, muy similar, al ají que se usa en el merkén. Ellos partieron con 200 hectáreas, eran 10 productores y hoy son 200 productores.
Los talleres continuarán en abril y apuntarán a determinar cuál es el merkén que hay que proteger.
lOS DESAFÍOS
Definitivamente la producción de alimentos abre un nicho para la pequeña agricultura, pero aún queda mucho por hacer. Para Gina Leonelli, el desafío está en generar valor agregado a los productos de la huerta, de la mujer mapuche cumpliendo con los requisitos de calidad e inocuidad.
“Hay que ofrecer productos que no pongan en peligro la salud del consumidor, ni al trabajador y el medio ambiente. Desde este punto de vista la agricultura familiar campesina se acerca mucho a esta forma de producir, porque se utilizan sólo insumos generados en el predio, partiendo desde las semillas. hay muchos ecotipos locales, semillas, el mismo ají cacho de cabra se tiene semilla propia por más de 100 años que los agricultores seleccionan de la primera floración y que van traspasado todo este saber de generación en generación”.
El otro desafío es que los productores pueden conocer las normas que les exige el Ministerio de Salud, para cumplir con la normativa mínima que debe tener cualquier alimento.
“Se debe cumplir con los requisitos microbiológicos. Este es un desafío grande porque se debe partir por la calidad del agua con la que regamos. Aquí hay todo un trabajo que hacer para acumular el agua y mantener toda la biodiversidad de la huerta. En un suelo sano, tenemos una producción sana”, concluyó Leonelli.


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